martes, 1 de noviembre de 2011

EDAD MEDIA


La Edad Media, Medievo o Medioevo es el período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV. Su comienzo se sitúa en el año 476 con la caída del Imperio romano de Occidente y su fin en 1492 con el descubrimiento de América, o en 1453 con la caída del Imperio bizantino, fecha que tiene la ventaja de coincidir con la invención de la imprenta (Biblia de Gutenberg) y con el fin de la Guerra de los Cien Años.
Actualmente los historiadores del periodo prefieren matizar esta ruptura entre Antigüedad y Edad Media de manera que entre los siglos III y VIII se suele hablar de Antigüedad Tardía, que habría sido una gran etapa de transición en todos los ámbitos: en lo económico, para la sustitución del modo de producción esclavista por el modo de producción feudal; en lo social, para la desaparición del concepto de ciudadanía romana y la definición de los estamentos medievales, en lo político para la descomposición de las estructuras centralizadas del Imperio romano que dio paso a una dispersión del poder; y en lo ideológico y cultural para la absorción y sustitución de la cultura clásica por las teocéntricas culturas cristiana o islámica(cada una en su espacio).

Suele dividirse en dos grandes períodos: Temprana o Alta Edad Media (siglo V a siglo X, sin una clara diferenciación con la Antigüedad Tardía); y Baja Edad Media(siglo XI a siglo XV), que a su vez puede dividirse en un periodo de plenitud, la Plena Edad Media (siglo XI al siglo XIII), y los dos últimos siglos que presenciaron la Crisis de la Edad Media o del siglo XIV.
Aunque hay algunos ejemplos de utilización previa, el concepto de Edad Media nació como la segunda edad de la división tradicional del tiempo histórico debida a Cristóbal Cellarius (Historia Medii Aevi a temporibus Constantini Magni ad Constaninopolim a Turcis captam deducta (Jena, 1688), quien la consideraba un tiempo intermedio, sin apenas valor por sí mismo, entre la Edad Antigua identificada con el arte y la cultura de la civilización grecorromana de la Antigüedad clásica y la renovación cultural de la Edad Moderna -en la que él se sitúa- que comienza con el Renacimiento y el Humanismo. La popularización de este esquema ha perpetuado un preconcepto erróneo: el de considerar a la Edad Media como una época oscura, sumida en el retroceso intelectual y cultural, y un aletargamiento social y económico secular (que a su vez se asocia con el feudalismo en sus rasgos más oscurantistas, tal como se definió por los revolucionarios que combatieron el Antiguo Régimen). Sería un periodo dominado por el aislamiento, la ignorancia, la teocracia, la superstición y el miedo milenarista alimentado por la inseguridad endémica, la violencia y la brutalidad de guerras e invasiones constantes y epidemias apocalípticas. 
Sin embargo, en este largo periodo de mil años hubo todo tipo de hechos y procesos muy diferentes entre sí, diferenciados temporal y geográficamente, respondiendo tanto a influencias mutuas con otras civilizaciones y espacios como a dinámicas internas. Muchos de ellos tuvieron una gran proyección hacia el futuro, entre otros los que sentaron las bases del desarrollo de la posterior expansión europea, y el desarrollo de los agentes sociales que desarrollaron una sociedad estamental de base predominantemente rural pero que presenció el nacimiento de una incipiente vida urbana y una burguesía que con el tiempo desarrollarán elcapitalismo.6 Lejos de ser una época inmovilista, la Edad Media, que había comenzado con migraciones de pueblos enteros, y continuado con grandes procesos repobladores (Repoblación en la Península Ibérica, Ostsiedlung en Europa Oriental) vio cómo en sus últimos siglos los antiguos caminos (muchos de ellos vías romanas decaídas) se reparaban y modernizaban con airosos puentes, y se llenaban de toda clase de viajeros (guerreros, peregrinos, mercaderes, estudiantes, goliardos) encarnando la metáfora espiritual de la vida como un viaje (homo viator). 




LA SOCIEDAD MEDIEVAL
La sociedad medieval estaba organizada en base a un sistema feudal (entrega de bienes a cambio de servicios). La persona con potestad para otorgar tierras era el Rey y los nobles, obispos, etc., a cambio le ofrecían su ayuda con soldados en tiempos de guerra.
Estos nobles, generalmente los más importante, juraban fidelidad al Rey, en un acto llamado homenaje, en el cual el noble se arrodillaba ante el Rey, y a raíz del cual se convertía en vasallo (servidor del Rey). Estos a su vez repartían las tierras entre otros nobles más inferiores o caballeros, que se convertían en vasallos suyos.
En el escalón más bajo se encontraban los campesinos que trabajaban la tierra y estaban vinculados a ella (siervos de la gleba) con pocos derechos, escasa propiedad y ningún vasallo.

Según las leyes medievales, un campesino no era dueño de sí mismo. Todo cuanto poseís, incluida la comida, pertenecía al señor del feudo. Estaban obligados a trabajar para su señor. En Gran Bretaña, a ambio de su trabajo, se les concedía una pequeña parcela de tierra para cultivo propio. Les estaba prohibido marcharse del feudo sin permiso. La única forma que tenía un campesino de conseguir su libertad era ahorrar lo suficiente para poder comprarse un lote de tierras o casarse con una persona libre.
La labranza y la cría del ganado era un trabajo que absorvía toda la jornada. El 90% de la población vivía del campo y trabajaba la tierra.

En Gran Bretaña existían los manors, que estaban formados por una aldea, la casa señorial o el castillo del señor, una iglesia y las tierras circundantes. El que gobernaba la comunidad era el manor, y éste se encargaba de nombrar a personas que se encargaran de velar porque los aldeanos cumplieran con sus obligaciones. El señor también ejercía de juez y tenía el poder de multar a quienes quebrantaban las leyes establecidas.

Los manors se encontraban aislados, por lo que los aldeanos debían fabricarse todo aquello que necesitaban. Muy pocos tributos eran traidos de fuera, prácticamente lo único que llegaba del exterior eran la sal, para la conservación de la carne, y el hierro, para fabricar herramienta. Solían recibir visitas de los buhoneros, los peregrinos, los soldados, y muy pocas personas salían de la aldea.
Los hogares medievales no tenían nada que ver con lo que conocemos hoy. El campesino pasaba la mayor parte de la jornada fuera de casa. Las casas tenían muchas corrientes de aire y escasa luz. Las ventanas no tenían cristales. Para alumbrarse, pelaban un junco y lo mojaban en manteca, y eso ardía como una vela. Los suelos de tierra se solían desgastar a fuerza de barrerlos. La vida doméstica era muy habitual. Las familias comían, dormían y pasaban su tiempo libre juntas.
Por contra las casas de los ricos eran mucho más complicadas. Hacia el siglo XIII, algunos nobles tenían un recinto privado para su familia: el aposento. Los suelos se cubrían con baldosas adornadas y los muros con tapices. En las casas de los pobres las ventanas se cerraban con porticones de madera, mientras que en las de los ricos se hacía con ventanas translúcidas, de varillas cruzadas cubiertas de tela empapada en resina y sebo.
Otra diferencia entre las clases era la comida: los pudientes podían permitirse una gran variedad de comida, incluyendo los frutos secos, las almendras y las especias asiáticas, que eran productos muy caros. Los menos pudientes comían pan moreno (muy tosco hecho de trigo y centeno o avena), verduras de huerta y carne, en especial cerdo, de sus existencias caseras. En invierno se surtían de la carne y el pescado que habían conservado con sal. Las vacas, las ovejas y las cabras suministraban la leche necesaria para elaborar los alimentos lácteos, llamados platos blancos.

En cuanto al aseo personal, el gran salto cuantitativo se produce como consecuencia de la aparición de las grandes epidemias.
El agua se convierte en la culpable de los contagíos entre los cuerpos, porque a través de los poros de la piel se puede acceder a todos los órganos. La inquietud que despierta el empleo del agua en esa época provoca la modificación de las costumbres higiénicas, centradas ahora en la limpieza en seco. El empleo del líquido elemento se restringe a manos y boca.
En estas condiciones, la proliferación de piojos y pulgas se convierte en una consecuencia inevitable de la época que, curiosamente, nunca se asoció a la falta de higiene.
Se creía que nacían de las secrecciones de la piel. En el siglo XIV el problema llega a ser tal que emerge una nueva condición laboral: mujeres profesionales dedicadas al despiojamiento. Para librarse de las pulgas y chinches, éstas se introducían en barriles y se apretaban, en la firme convicción de que a falta de luz y aire morirían.
Los criterios de limpieza en la Edad Media insisten en asear lo que se ve: manos y rostro. Esta actitud explica la importancia que, desde hace siglos, tiene la blancura de la ropa.

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